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40 Aniversario

Con esta invitación convocamos a familiares, amigos y compañeros a participar de este acto de Memoria y Resistencia. En ésta página iremos presentando videos, escritos, fotografías y testimonios de ese día. Esperamos sus comentarios a través del correo de contacto rodrigomedina.1958@gmail.com
En este testimonio Marina Varas Schnake nos narra el momento en que Rodrigo es detenido por la DINA en la esquina de Suarez Mujica con Los Jazmines, comuna de Ñuñoa.
Mensaje de Eduardo Medina Hernández enviado desde Suecia para el acto de homenaje a su hermano Rodrigo
Este video mostró un breve recuento del homenaje que se le hiciera a Rodrigo hace 15 años en Villa Grimaldi
Algunas Imágenes del Homenaje  por Eduardo Castillo
El homenaje comenzó con un acto simbólico en el Muro de los Nombres. Quique Cruz y María Acuña hacen un llamado a los asistentes a traves de la música. Los invitan a conectarse con Rodrigo y todos los Desaparecidos de villa Grimaldi al ritmo del corazón y la quena.

Estos son los Videos que se mostraron durante el Homenaje

En Villa Grimldi esperando el acto
Un video-homenaje para Rodrigo de sus amigos Cristián Galaz y Soledad Cortes.

Familia, amigos, amigas, compañeras, compañeros, agradeciendo su compañía quiero decir unas palabras para todos, pero especialmente para los jóvenes presentes, para esta nueva generación con su Juventud tan similar a aquella que nosotros también vivimos y  donde Rodrigo, a sus 18 años, quedó detenido para siempre.

Quisiera decir y explicar de algún modo qué es un desaparecido: un prisionero político que ha sido negado y hecho desaparecer su cuerpo por agentes del Estado en momentos muy oscuros de la historia de Chile. Un desaparecido es la presencia de una ausencia,  es presencia absoluta de una ausencia infinita. La desaparición es algo que nos obliga y nos impide pensar en la muerte, es una paradoja, es la falta de la muerte o la muerte permanente, es una vida arrancada, una lucha imborrable.

 

La desaparición es, para la familia y los cercanos al desaparecido, un dolor agudo y constante de rabia y desesperación, una mezcla de desorientación e incredulidad que como una bofetada se presenta todos los días con la ausencia, una agonía eterna. También es una lección y un mensaje de quien luchó por lo que creía, creímos y creemos: la construcción de un mundo mejor. Este mensaje queda retumbando como un eco en la conciencia, como un baluarte, con dignidad, entereza y energía.

La desaparición es la aparición de la esperanza, paradójicamente, es la constante que llama a luchar, a seguir, a vivir.

 

Es así que hemos llegado a este homenaje cargado de significados y memoria, llegamos más viejos y cansados, y es por eso que hablo en especial a los jóvenes. 40 años de memoria, de búsqueda, de gestiones, de reflexiones, de nuevas persecuciones  y golpes, de sueños, de  depresiones y combates, de nuevas esperanzas y luchas.

 

Se rinde un homenaje a un caído sólo cuando éste sigue en pie, y así esperamos que continúe. La memoria se alimenta de nuestra comunidad, de nosotros; se construye y reconstruye. Recordamos por sobre lo que olvidamos, producimos recuerdos contorneados por el olvido, como un nítido barco navegando en la inmensidad del océano del olvido, así revivimos  hoy a nuestro Rodrigo, nuestro estandarte de la memoria.

¿Cómo podemos pensar a Rodrigo? ¿Cómo podemos sentirlo? ¿Cómo vivirlo? Cómo decirlo en este futuro de sus tiempos, aunque él soñó con otros tiempos. Es importante entender que él vive entre nosotros, en cada uno de nosotros, nosotros tan llenos de otros, estamos llenos de apariciones y desapariciones, vivos, idos, encontrados, imaginados, construidos.

 

Rodrigo nos representa y nos enrostra su juventud, su sonrisa,  alegría, su lucha, rebeldía, resistencia, su revolución, nos lo enrostra como una bofetada existencial y energética que nos viene de este más acá.

Él es una lección, un paso por este mundo con un propósito y una definición, una acción truncada, un grito en el universo, un sueño interrumpido, una mirada …

Rodrigo:  quedará por siempre El Che como una estrella en tu frente,  tu impronta marcada en Lo Hermida, La Legua, Barnechea, el Pedagógico, la fuerza de la alegría como una bandera, lo profundo y serio como armas cotidianas mezcladas con fantasías y sueños. El Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR se honra de tu militancia. Tu risa permanente, tu valentía, tu sentido de la vida, permanecerán como aquella juventud, como esa corta e intensa vida que aún sigue retumbando en los oídos sensibles de jóvenes que hoy levantan tus estandartes y vuelcan sus miradas hacia otro futuro, pero que también es el mismo de aquellos tiempos y de aquellas luchas.

 

Por siempre tú,              por siempre nosotros,            por siempre tuyos,                       por siempre nuestro.

 

Patricio medina Hernández, 27 de mayo de 2016

Palabras de Patricio Medina, hermano de Rodrigo
Palabras de Diego Medina, sobrino de Rodrigo

Hoy, 27 de mayo de 2016, se cumplen 40 años desde aquel fatídico 27 de mayo de 1976 donde mi tío, Rodrigo Medina Hernández, estudiante de filosofía de la Universidad de Chile y militante del MIR, fue detenido en Ñuñoa por agentes de la DINA, para luego ser trasladado a este lugar, Villa Grimaldi, donde fue torturado durante meses hasta perder absolutamente el rastro de él y de su vida.

Hoy, 40 años después, su fantasma está en el limbo. Está en el limbo porque ni está vivo ni está muerto: está desaparecido, y eso implica una incertidumbre en lo familiar y una imagen en lo político. ¿Quién es Rodrigo para mí entonces? Una sombra en la historia familiar, un nombre en medio del vacío, una silueta que se difumina con el pasar de los años, pero también es un superhéroe de historietas, un ídolo a seguir, un Che Guevara a su manera. Porque aquí nada ni nadie está olvidado, y la memoria histórica se debe reconstruir y llevar a cabo día a día. Porque no me parece suficiente el argumento de no poder repudiar la dictadura por no haberla vivido. ¿Cómo decir que la dictadura no me afecta si cada 27 de mayo, que casualmente también es el día de mi cumpleaños, mi abuela está llorando por Rodrigo en vez de alegrarse por mi nacimiento? ¿Cómo no sentir rabia, si uno de los protagonistas de las historias de la infancia de mi papá no lo puedo conocer solamente porque pensó distinto a lo que el Estado de Chile pensaba?

Pero Rodrigo es sólo uno entre miles. Por eso este homenaje es a todos los y las jóvenes combatientes que dieron su vida por una causa que creyeron justa, ya sea en dictadura militar o en esta mal llamada “democracia”. A los icónicos Rafael y Eduardo Vergara Toledo. A los mapuche Alex Lemún y Matías Catrileo.  A los estudiantes Daniel Menco y Manuel Gutiérrez. A los trabajadores Rodrigo Cisternas y Nelson Quichillao. A la Anarquista Claudia López. A todos y todas las asesinadas por el Estado de Chile. Pero especialmente a los dos detenidos desaparecidos que este territorio tiene en democracia:  José Vergara y José Huenante.

Porque al igual que Rodrigo, la dictadura también es un fantasma que no está ni viva ni muerta. No está viva porque los milicos ya no están, pero tampoco está muerta porque sigue vigente su educación de mercado que segmenta por clases sociales, su sistema de pensiones miserables que obliga a la miseria a nuestra tercera edad, su sistema extractivista que revienta nuestros ríos mares y cerros, su sistema policial que sólo sabe pegarle a todo lo que se mueva, su Constitución que de legítima no tiene nada, su Código Laboral que impide cualquier forma de organización, y todo su sistema corrupto que nos tiene en donde estamos.

¿Cómo nos vamos a tragar ese discurso de la democracia, si apenas ayer en la marcha no autorizada nos reprimieron durante horas, tomaron cientos de detenidos, hicieron que una mujer perdiera su guagua, que otra sufriera tres paros cardiorrespiratorios y nos dejaron en claro que voluntad de diálogo alguna no existe? ¿Cómo nos atrevemos a decir que ya no se tortura  cuando uno de mis mejores amigos, hoy presente, hace pocos años fue detenido sin razón alguna por la Policía de Investigaciones y paseado por distintos cuarteles mientras era extorsionado para dar información?…. Ustedes hace décadas dijeron “para que nunca más en Chile”, pero más allá de una bonita canción, eso nunca pasó.

Hace un par de meses nos juntamos con varios jóvenes que tenían relación con Rodrigo para cruzar ideas acerca de lo que Rodrigo ha significado para nosotros en nuestras vidas. El discurso hoy dado se centra en las ideas dadas aquel día por Javiera, Mariana, Paula, Daniela, Martín y todas las personas que asistieron ese domingo, pero también por conversaciones con gente de mi generación acerca de qué les podríamos decir a la generación más vieja hoy asistente al acto. Es por eso que creo ser un portavoz de la juventud al decirles a ustedes, los más viejos y las más viejas,  que no espero que cuando termine este discurso aplaudan desde sus sillas. Hacer eso sería no entender nada de lo dicho. Queremos que ustedes vuelvan a luchar como lo hicieron contra la dictadura, queremos que vuelvan a poner sus ideas y sus energías a disposición de las transformaciones sociales. Queremos que no se queden en el llanto y pasen a la acción organizada. Porque nosotros, la juventud, perdimos el miedo y venimos peleando desde hace al menos 10 años por  cambiar este sistema, pero sin ustedes no lo vamos a lograr y los necesitamos.. Desde otra trinchera, desde otra edad, pero los necesitamos.

Porque la memoria no puede ser estática y quedarse en el pasado. Si a Rodrigo le trancaron el paso, seremos cientos quienes recogeremos su antorcha y seguiremos su camino. Porque si algo debemos aprender de todo esto……. es que el mejor homenaje, es seguir luchando.

¡Arriba los y las que luchan!

Diego Medina Sanhueza

Palabras de Malva hernández, madre de Rodrigo

                               RODRIGO

“Ahora comprendo mi piel y mis huesos

el tañido funerario de todas mis canciones

el blanco color opaco de mi espejo                                

la oquedad de mis sienes.

Yo soy la madre          vengo desde la altura

He perdido a mi hijo y soy su tumba.”

 

(Ronda – Eugenia Brito)

                                                

Los recuerdos que tengo de mi hijo los he ido anotando algunas veces para no olvidarlos. Cuando Rodriguito entró a kínder tenía casi cinco años. Su colegio era antiguo y estaba cerca de la casa (en ese tiempo vivíamos en Ñuñoa); la construcción era muy vieja; una muralla alta de ladrillos la separaba de la calle y para entrar, había una puerta de madera. Adentro, tenía un gran patio con salas por los costados y en medio de él, estaba una salita cuadrada que era más nueva, donde se situaba el kindergarten; su piso era de tablas de madera ancha, que en algunas partes se veía carcomida por el paso de los años; esta salita tenía una gran ventana que se abría hacia el patio. En medio de este, había un árbol añoso,  que en esa época tenía unas flores largas, verdes, como cuncunas. La profesora, una muy buena educadora, como había dicho el director, era una niña muy joven.

Cierto día Rodriguito tuvo una idea genial. A la entrada de la  sala había un hoyo redondito entre dos tablas. En el recreo juntó las florcitas y las puso alrededor del hoyito en forma de rayos; para él era algo bonito. Cuando la señorita entró, lanzó un grito y saltó por la ventana. Vino corriendo la inspectora a ver qué pasaba y la profesora le contó que había un hoyo lleno de gusanos. Como los niños eran muy pequeños, no les preguntaron nada. Cuando Rodriguito llegó a la casa, me contó lo que había pasado, pero no entendía por qué la señorita había gritado…

Al año siguiente, cuando tenía poco más de cinco años,  entró a primero básico al Colegio Calasanz. Un día cuando llegó a la casa, me contó, con sus ojitos tristes, a punto de llorar: “En el colegio hay un niño que no vive con su mamá...”  Y me miraba directamente a los ojos a ver qué decía yo. Le pregunté por qué y él me contestó que la mamá estaba en Arica. Yo le dije que a lo mejor ella estaba trabajando allá y por eso no estaba con él. No me dijo nada, pero siguió triste toda la tarde… para él era terrible no vivir con su mamá.

Un día invitó a un compañero de curso a la casa y cuando estaban jugando en nuestro patio, que era muy grande y muy bonito, yo lo llamé diciéndole “Gordo”, para que viniera. Él se puso colorado y vino donde yo estaba y muy avergonzado me dijo:” No me digas así, no ves que mi amigo es gordo…” Pensé que era tan niño y ya se preocupaba de no herir a su amigo, diciéndole lo que este pensaba que era su defecto.

Se veía bien con su uniforme de pantalón corto, camisa blanca, corbata y chaqueta. Tenía su carita de niño, todavía redonda, por eso yo le decía Gordo, mi gordo…

Otro día me contó con los ojos muy abiertos y con la mirada perdida como mirando hacia adentro: “El papá de un niño de mi colegio inventó una máquina a la que le echa paja por un lado y le sale leche por el otro…” Yo me reí y no me di cuenta de que él ya quería imaginarse el mundo  de otra forma, con su pensamiento concreto todavía.

Sus compañeros eran su tema predilecto. Aunque también, su hermano mayor. Un día, cuando volvían del colegio, él venía enojado y cuando les abrí la puerta me dijo: “El Eduardo me dice a cada rato que me apure y cuando pasa por la casa del lado y está esa niña, se hace el grande de siete años y más me apura …” Como en esa época los niños usaban un bolsón que se colgaban de un hombro y la correa les cruzaba el pecho, su hermano, que era un año mayor y más delgado y ágil, lo apuraba siempre, pero lo que le daba más rabia a él era que cuando pasaba por la puerta del lado se lo decía más fuerte, haciéndose “el grande de siete años”. Sentía que su hermano lo mandaba y por algo inentendible, precisamente en ese lugar, al llegar a la casa, después de caminar cuatro largas cuadras, lo apuraba… El amor no tocaba a su puerta todavía.

En ese tiempo siempre nos visitaba una tía abuela mía que era buena relatando historias. Una vez nos contó que en el campo a un hombre que tenía una sola oreja lo llamaban Pilón. Rodrigo ya estaba más grande y un día nos sorprendió diciéndonos que él había inventado una adivinanza: “Tengo la cabeza hueca y soy pilón”. Nos desafió a que la adivinásemos y nadie supo: era una taza.

Pasó el tiempo y nos fuimos a vivir a Las Condes. Ya no conversaba con Eduardo, su hermano mayor, porque sentía que su mundo era diferente al de él. En cambio, su hermano menor, Patricio, y su gran amigo Cristián, eran tierra fresca  para sembrar sus ideas. Se sentaban en un asiento de la plaza, al frente de la casa, a reflexionar y él explicaba su filosofía adolescente. Allí los pillaba la noche y solo terminaban sus conversaciones cuando los llamaban a comer.

En esa misma época empezó a enseñarle el mundo a su hermana pequeña, a Malvita. A ella la adoctrinaba sobre cómo defenderse cuando la vecina, niña como ella, le tiraba su largo pelo rubio, su orgullo y su debilidad a la vez. Rodrigo le adaptó un linchaco que se había quebrado y le enseñó a usarlo; también a usar sus manos en defensa propia… Pero, sobre todo, le enseñó, tendidos en el pasto por las noches, a mirar las estrellas y cómo distinguirlas…

Sus sueños se los transmitía a ellos, sus hermanos y su amigo más querido… Era un filósofo en capullo todavía, mas   ya quería actuar ante lo duro, pero también quería mostrar lo hermoso que tenía la vida. Más adelante vendrían los años de su militancia, el encuentro con el amor y la lucha contra el dictador.  

Y entró a la universidad a estudiar Filosofía. Allí su personalidad de líder carismático y alegre no pasó inadvertida; fue vigilado y delatado… y despareció.

Esta es la historia de su corta vida.

Hijo mío, te miro en las fotos donde miras de frente y tus ojos me hablan. A veces te veo sonriendo, a veces, serio. Tu presencia está siempre conmigo y tus palabras me duelen, porque por defenderte del peligro, como si dijera mágicos conjuros, en lugar de sembrarte coraje te decía que te cuidaras y tú me lo enrostrabas, diciéndome que si te pasaba algo, era yo la que te iba a joder.

Me siento culpable de no haber vivido a concho mis días contigo, porque te fuiste tan luego y tan horriblemente de mi vida. Esta pena que llevo es un peso que me agobia y no puedo calmarla con nada. Cuando llegan estos días de otoño, casi invierno, te recuerdo caminando con tus pasos largos, entrando al Pedagógico y cimbreándote bajo la llovizna como si nada…

Cuando no te vi más, al comienzo lloré mucho por ti, escondida para que no me vieran tus hermanos ni nadie. Lloraba porque te sabía desvalido, lejos, aislado y mi mente se detenía justo ahí, sin pensar en lo que te estaría pasando. Pero cuando perdí la esperanza de volverte a ver, no lloré más. Se me habían secado los ojos.

Ahora que estoy anciana, cuando pienso en ti en las noches, me salen sollozos secos, terriblemente secos y solo me llegan al pensamiento estos versos para quedarme dormida:

“Velloncito de mi carne, que en mi entraña yo tejí, velloncito friolento, duérmete apegado a mí!”

(Apegado a mí – Gabriela Mistral)

Mayo de 2016

Videos del Homenaje
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